Como no contar la historia de mi
querido gran gigante que daba todo su corazón a los demás en silencio y siempre
regalando una sonrisa, aún en los momentos más difíciles.
En un claro del bosque de los
diminutos duendes jardineros se oía la discusión entre dos de ellos, uno
replicaba al otro:
- ¡Estás loco, como vamos a
cortar el césped con los dientes!.- gritaba el duende rojo.
- ¡Siii, pues como una vaca se
come el pasto!.- le contesto inocentemente el duende azul.
- ¡Habrá una solución mejor, pero
esto tiene que estar preparado para la gran fiesta de la noche de las
hogueras!.- replico el duende rojo.
De repente los arboles empezaron
a tambalearse de un lado a otro apareciendo entre ellos un gran gigante que de
la mano paseaba con ni niño pequeño.
Grito el duende azul.- ¡Es el
gigante Juan y su pequeño Alberto, seguro que nos ayudará!
Cuando llegaron junto a los
duendes, Alberto les pregunto.- ¿Qué os pasa que estabais discutiendo?, os ha
oído mi papa y hemos venido para ver si os podemos ayudar.
¡Pues os lo agradeceríamos
infinito porque tenemos que cortar el césped del claro del bosque y no nos
ponemos de acuerdo, como hacerlo!.- Les dijo el duende rojo mientras se reía
burlonamente el duende azul haciendo como si se comía un manojo de césped.
Sin pensárselo el gigante Juan
froto sus manos y al abrirlas un corta césped apareció en ellas.
Alberto con velocidad lo arrancó
¡BRUUUU, BRUM, BRUM, BRUM,
BUMMMMMMMM!
y se puso a cortar todo el césped del claro
del bosque.
Los duendes saltaban y bailaban
de júbilo gritando.- ¡GRACIAS, MI QUERIDO GRAN GIGANTE!.
Alberto observo que a su papa le
habían aparecido unas pequeñas alitas en la espalda y le pregunto.- ¿Papa,
porque te han salido unas alitas?.
Juan desde lo alto le dijo a su
pequeño.- ¡Cariño, papa está cansado y estas alitas me ayudaran a proteger a
todos los míos!.
Juan y Alberto prosiguieron su
camino cuando divisaron a otro duende jardinero. El pobre lloraba desconsolado
al pie de un seto.
Juan le dijo a Alberto.- ¿Qué le
pasa al duende verde?.
Alberto tras preguntar al duende le dijo a su
padre.-¡Papa es que no llega a cortar el alto del SETO!.
Y Juan repitió.- ¿EL TETO?
¡NO el SETO!.- le respondió
Alberto.
¡TETO, SETO, TETO, SETO, TETO,
SETO………….!, así estuvieron hasta que Juan se agacho y entendió lo que Alberto
le repetía.
El gigante Juan recogió con
cuidado las tijeras de podar del duende verde y añadiéndole dos grandes palos a los mangos de la tijera,
el pequeño duende pudo llegar a podar el alto del seto.
Alberto observo que las alitas de su papa el gigante Juan crecieron de nuevo.
De camino a casa encontraron un
gran tractor conducido por un viejo Trol que ayudaba en la cosecha del maíz de
los duendes jardineros. El tractor había caído en un gran charco de barro y
como no, el gigante Juan intento ayudar.
Alberto se puso al volante del
tractor, mientras Juan y el Trol
empujaban con todas sus fuerzas sin conseguir nada.
Juan le dijo al Trol.- ¡No te
preocupes llamare a mis seis amigos de la infancia y entre los siete podremos sacar el tractor
del barro para que puedas seguir recogiendo el grano cosechado!.
Con solo dar tres palmadas
aparecieron sus seis amigos con los que aunando fuerzas consiguieron sacar el
tractor de su prisión de barro.
Sus seis amigos observaron como
al gigante Juan le crecían de nuevo las alitas.
¿Estás bien?.- le preguntaron sus
amigos.
¡Por supuesto!.- afirmo el
gigante Juan esbozando una gran sonrisa.
Tras recibir un abrazo del gran
Trol , el gran gigante Juan y su hijo Alberto prosiguieron su camino, hasta
llegar al pueblo que cuidaba Juan.
El pueblo había sufrido grandes
penurias, pero con el esfuerzo de Juan había conseguido que no les faltara de
nada.
Pero en el horizonte se divisaban
nubes cargadas de granizo que podían arruinar la cosecha que les haría pasar el
año sin problemas, así que el gran gigante Juan haciendo un gran esfuerzo
comenzó a soplar y soplar, con tal fuerza que alejo las nubes del pueblo y de su amada
familia.
El pueblo gritaba con alborozo.-
¡TE QUEREMOS, QUERIDO GRAN GIGANTE!.
Cansado el gigante Juan se sentó
y unas enormes alas aparecieron tras él.
Abrazando a su pequeño hijo
Alberto le dijo.- ¡Con estas grandes alas volaré, tan alto que en una nube
podré descansar, pero no te preocupes porque desde allí arriba cuidaré de ti!.
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