Un día tranquilo en el Cole;
- María luchando por el pupitre con Mateo.
- Matias, Mario y Gonzalo metiendo el codo para subir por el mini-tobogán.
- Y Martina, Irene y Alejandra se ponían gomets en la cara para estar más guapas.
Todo se acabo al oír en el patio un gran estruendo. Al asomarse a las ventanas vieron que sobre el césped había aterrizado un gran platillo volante, con un periscopio.
Del platillo salieron cuatro marcianos, cada uno con dos antenas y tres piernas, que en un "Plis-Plas" se metieron dentro de la clase.
Los marcianos dijeron.- ¡Queremos todas vuestras pinturas y dibujos!.
Mateo saco de su mochila "una pistola cohete espacial" con la que empezó a disparar a los marcianos. Hacia tanto ruido y despedía tanta luz que los marcianos se aturdieron.
Todos sus compañeros se abalanzaron sobre los marcianos.
Matias y María cogieron al más despistado de los marcianos y lo sacaron al patio.
Alejandra y Irene cogieron al más sorprendido de los marcianos y lo sacaron al patio.
Martina y Gonzalo cogieron al más feliz de los marcianos y lo sacaron al patio.
Mateo y Mario cogieron al más enfadado de los marcianos y lo sacaron al patio.
Los marcianos no tardaron en espabilarse y de nuevo querer llevarse los dibujos de la clase.
Así que Mateo saco su varita mágica de su bolsillo y les dijo a los marcianos:
- ¡Con mi varita mágica "Chas-Chas" un asteroide papilla os hará!.
Espantados del gran tamaño del asteroide, los marcianos se montaron en el platillo y desaparecieron en el cielo azul.
La fiesta fue estupenda, que pena que nos la perdiéramos todos.
¡Verdad!
Colorín, colorado, este cuento.
Se ha acabado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario