Erase una vez, un Colegio en el que todos los niños eran felices porque al salir a jugar al recreo oían tocar el violín a un grillo que vivía allí.
Mateo, con un montón de amigos entre los que estaban Alberto, Bruno, Salma, Matias, Mario, Guille, Martina, Sara, se quedaban largos ratos escuchando al grillo como frotaba sus patitas para tocar su música.
- ¡Cri, cri, cri!, ¡Cri, cri, cri!, ¡Cri, cri, cri!- (Ánimo cantad una canción)
Pero un día se olvidaron de él, con tanto juego de pillar, de saltar y de jugar a la pelota.
- ¡Nadie me hace caso!- dijo el grillo.